Allá por el año 2.006, escribí el siguiente comentario: Tengo miedo, me aterroriza la pasividad con que el mundo se manifiesta, no se, si quién miro, viola, abusa, y frustra su propia naturaleza.
Lo ocurrido esta semana en el Parlamento Catalán, es sin duda una vergüenza, CIU y PSC, dieron libertad de voto a sus diputados, por entender que el asunto a tratar, perdón, a mediatizar, afectaba a la conciencia y moral de los diputados, cuando en el resto de las votaciones, bajo el criterio de estos, más triviales, no sólo no se permite sino que se les otorga correctivos en función de la trascendencia explícita que haya supuesto cada dedo mágico.
El martes, volvió a evidenciarse el uso o maniobra de los que son capaces algunos partidos políticos. Nuestro sistema electoral establece que las candidaturas que se presenten a las elecciones generales para el Congreso de los diputados serán cerradas y bloqueadas. El Consejo de Estado, según define el art. 107 de la Constitución, es el supremo órgano consultivo del Gobierno, y se regula mediante la Ley Orgánica en el año 2009 emitió un informe sobre la Reforma de la Ley Electoral (http://www.consejo-estado.es/ pdf/REGIMEN-ELECTORAL.pdf) entre los motivos que argumentaba para que dicha reforma no tuviera lugar estaban los siguientes:
“Ciertamente, tres décadas después de las primeras elecciones democráticas, han cambiado las circunstancias políticas que motivaron la introducción de listas cerradas y bloqueadas, pero no existe una opinión común acerca de si los partidos políticos han alcanzado un grado de madurez y desarrollo suficientes que les permita observar un funcionamiento pluralista -en los términos exigidos por el artículo 6 de la Constitución- sin que, por ello, la fortaleza de sus propias estructuras se vea puesta en cuestión.”
Es cierto, señores, más de 30 años después, tenemos una necesidad colectiva y política en este país que implica una profunda atención, el objeto y razón de nuestro sistema electoral, ha cambiado, como lo ha hecho nuestra situación social.
“Es la propia naturaleza programática de las elecciones generales, más que el carácter cerrado y bloqueado de las listas electorales, lo que determina que los votantes (…) no presten atención a las cualidades personales de los candidatos…”.
Y me permito decir, entonces, a los ojos del Estado, los ciudadanos somos meros útiles privados, privados a su vez, de intelecto, que sólo servimos para emitir un voto, en función del marketing publicitario político al que se nos somete cada determinado tiempo. Si esto es así, ¿para qué tantos diputados?, con ánimo de ironizar sobre el asunto, propongamos un único portavoz, y olvidémonos de tanto salario y sueldo vitalicio, para diputados, que debieran ser más bien, empleados de los propios partidos políticos, con cargo a estos, claro.
La disciplina de voto plantea límites de actuación de los diputados de las Cortes Generales, la naturaleza del problema, no es una cuestión deontológica , sino de carácter política y jurídica.
La libertad de voto, conllevaría la extinción de los lobbies y el clientelismo político, que sabido es por todos condicionan la posición, en innumerables ocasiones de los partidos políticos, cuyos diputados (nuestros representantes), se ven obligados a votar lo que su grupo establezca, como entes no pensantes.
El comentario con que iniciaba esta reflexión, iba adjunto a una firma, a favor de la prohibición de las corridas de toros, en ese momento únicamente formaba parte de asociaciones animalistas, contra el maltrato animal, participada de charlas informales sobre la política actual, el Estado de Derecho, el de Bienestar, hasta que un día, oí hablar de la constitución de un nuevo partido político, Unión, Progreso y Democracia.
Hoy y desde hace casi tres años, soy miembro activo de UPyD, y advierto la insolente fabricación de aires mefíticos dirigidos a imponer criterios despóticos.